Traductor

viernes, 30 de mayo de 2014

Un deseo fugaz.




Hace mucho tiempo, allá en el firmamento oscuro y lejano, vivía una hermosa estrellita de ojitos de luz.
Viajaba por el universo al lado de sus hermanitas mayores y visitaba hermosas galaxias llenas de grandes misterios.
Un día, al dirigirse a una de sus muchas aventuras, entre risas y juegos, alzó sus bellos ojos al sol de nuestra galaxia y sintió una gran curiosidad al ver nuestro planeta.
Le pareció hermoso con su color azul intenso.
Tuvo muchas ganas de acercarse a él,  pero sus hermanas no le dejaron.
Le dijeron que era peligroso, y que  las estrellas que alguna vez se atrevieron a ir a él, se perdieron y nunca más regresaron.
Ella no les escucho.
__ ¿Cómo algo tan bello puede ser tan malo?__ Se preguntó mientras se dirigía al lado oscuro de la luna donde dormirían después de su largo viaje.
Desde aquel momento no hacia más que pensar en aquel hermoso planeta del cual se había enamorado.
Un día de tantos, su curiosidad pudo más que todas las advertencias de sus hermanas y apresurándose se dispuso a bajar a la tierra.
Su viaje fue muy largo, pero cuanto más se acercaba, mas se enamoraba, los colores se intensificaban  y esto la incitaba a seguir sin temor.
 Al fin  llegó a las nubes blancas y sus ojitos brillaron de gran emoción. Jugó brincando sobre ellas mientras reía a carcajadas, nunca antes había tocado algo tan suave.
Al bajar un poco más la mirada, hacia el océano, vio que era realmente hermoso, tan cristalino que podía ver el fondo y a las miles de criaturas que nadaban en sus frescas aguas.
Las olas al reventar en la orilla, le salpicaron su carita y esto hizo que riera a carcajadas, pues las gotitas  estaban tan frescas y saladas.
De pronto un soplo de aire le susurró haciendo que mirara hacia los pinos que habitaban la montaña.
Estos bailaban un hermoso vals al compás del viento, se mecían rítmicamente y ella entre sus ramas dócilmente se dejaba acariciar; no podía evitarlo, estaba enamorada de todo ahí y ni siquiera pensaba en regresar a casa.
No supo cuanto tiempo transcurrió desde su llegada, pero estaba feliz, de pronto, al abrir sus ojitos vio un pequeño resplandor como de vela que se salía por una pequeña ventana de una casita vieja que se encontraba en medio del bosque.
Presurosa se dirigió a la ventana y temerosa asomo sus brillantes ojitos por el cristal.
Su mirada se fijo  sobre una humilde cama en la cual estaba acostada una niñita con semblante enfermizo. A su lado una mujer de aspecto cansado cuidaba de ella,  mientras tiritaba de frio y lloraba.
La pobre estrellita sintió pena de la mujer y más aun de la niña, porque al parecer, ella escuchaba el océano, el viento y el vals pero no podía salir de su cama y disfrutarlo.
La estrellita movida a compasión,  permaneció un buen rato junto a la ventana, de pronto la mujer no aguantando más el cansancio y sentada en una vieja silla renca, se quedó dormida
La niña parecía dormir, así que la estrellita se dispuso a irse para seguir jugando, cuantas cosas le faltaban por ver y descubrir de aquel hermoso planeta, pero al darse la vuelta escucho una voz que decía:

Estrellita fugas que surcaste los cielos,
un deseo me has de cumplir,
quiero jugar en las nubes,
quiero bailar, quiero reír.

Quiero sentir el agua salada
y respirar la brisa del campo
volar sobre las nubes blancas
 y subir con tigo asta lo más alto.

La estrellita asustada al girar, vio que los hermosos ojitos de la niña estaban cerrados y sus manitas muy juntas frente si, de inmediato se sintió atada como si su voluntad la abandonara. Quiso esconderse pero ya era tarde, una diminuta lágrima corría por la mejilla pálida de la niña que poco a poco se convertía en un débil rayo de luz que se extinguía.

Sintiéndose atraída por aquella cristalina lágrima, se filtró asta el cuarto por una ranura cerca de la ventana y al estar frente a la niña, se despidió de sus hermanas, supo entonces que no regresaría.

Había pasado tanto tiempo que los rayos del sol comenzaban a asomar tras el horizonte, la estrellita sintió tanta paz al ver a la niña que  al final ella también se quedó dormida.
 Por: Beyanira Aguirre

Mi lista de blogs